Yo le veo enmarcado en una línea antes deshabitada, antes de llegar él, otra línea se dibujaba tras el vidrio que me separa de la selva en que se encuentra. Una línea que ya he olvidado, su presencia ha hecho más por convertirse en realidad que el recuerdo de aquella otra línea que debería permanecer en mi memoria, pero no es así.
Se siente monstruo, querido Godzzila, en una ciudad, querida Nueva York, donde todavía no se han dado cuenta de su poder. Puede hacerte levantar la mirada, puede hacerte temblar y salir corriendo, puede hacer tu día diferente si lo ves por primera vez, puede indignarte y crear discrepancias en tu círculo, puede hacerte esbozar una sonrisa. Tiene un gran poder, su piel manchada apenas ha sido acariciada, aunque tampoco aspira a tanto, probablemente se conformara con una sonrisa o con tu indiferencia. Lo que no es cuestionable es que su poder es el de la realidad, él es realidad, NUESTRA REALIDAD.
Me despido de él admirando su valentía al detenerse en ese solar, entre todos nosotros, espectantes ante su crecimiento por aquel entonces. Me despido admirando sus aristas que no dudan cuando se trazan en el aire casi únicas. Me despido de él admirando los grandes ojos que le regala a los que en él se han atrevido a entregar su vida. Y por último me despido de él confesándole que le admiro.