Cayó el telón y cayeron cuerpos angelados cuyas almas siempre permanecerán erguidas. Cayeron etapas ya quemadas reflejadas en recuerdos que serán eternos y cayó el mito de que los sueños no se tocan. Cayeron varios años desde que uno empezó a diluir su, sencillamente, compleja mente en caracteres cargados de ingenuidad.
Me gustaría tener una despedida digna, para mi y para mi blog. Tener una despedida digna es lo más honroso que a un ser humano le puede pasar. Una vez se va, queda su vida, pero también su despedida, su lucha y su coraje, su amor y su cariño, sus esperanzas y enseñanzas.
Esta clausura va por ti, mamá. Por los veintisiete años que me acompañaste y en que regalaste siempre lo mejor de ti, porque has sido la persona más sorprendente, luchadora, increíble y amable (del verbo amar) que he conocido y conoceré. No soy capaz todavía de medir cuánto te echaré de menos... sí soy capaz de imaginar todos los instantes en que te necesitaré. Me enseñaste a soñar, y a cumplir imaginaciones, no calculo el valor de los recuerdos que tengo contigo cumpliendo mis sueños, y de igual forma... no calculo lo sencillo que me va a resultar verte en cada uno de los que vengan.
Mañana seré por fin arquitecto, un sueño que siempre compartimos ella y yo, y creo que clausurar este rincón y hacerlo en su honor es algo que necesito y que siempre recordaré. Mi madre siempre estuvo cerca cuando escribí cada una de las líneas que preceden a estas, y no habrá más sin ella. Hoy me desnudo por última vez en Bienvenido a la incertidumbre después de seis años, cuando empezaba a hacerlo en aquel Fotolog primitivo. Ahora me desnudo a través de mis canciones, y esa será la única manera de hacerlo honrosamente, aquí mis dedos ya no teclean con fluidez.
Esta clausura va por ti, pues debo quien soy y quien seré a cada beso que me diste, a cada abrazo que me dejaste darte, a cada sonrisa que me regalaste... eres la reina de mis recuerdos, y guardo cada uno de ellos estrechamente atados en mi corazón. Tu saga continuará... y la tata, la pequeña Isabel y yo, seremos los sueños que tu quieras ser desde allá donde estés, los cumpliremos por ti.
Te invito a que me acompañes cada día... no me amedrentaré ante nada ni nadie, lo prometo, pero por favor... acompáñame cada día, pues necesitaré muchas sonrisas en mis nuevos sueños... el de arquitecto, el de hijo eternamente agradecido, el de tío primerizo, el de cantautor post-frustrado, el de hermano afortunado, el de buscador de princesas... por favor, acompáñame cada noche.
1 certezas:
Uno de esos viernes en que no sales, con la manta encima y en el que empiezas la noche haciendo repaso de un tuenti y acabas leyendo entradas en este blog...
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