En concreto en mi pasado fue importante, entendería que en el resto de vosotros no. Y evidentemente la gente que me lea desde otro punto lejano a mi Elda natal, no entenderá que es eso de Elda o Villena, pero tendrá su correspondiente línea que recorrería pueblecitos en los que identificarse. Yo viajaba por muchas razones. Pero hay infinitas razones.... amor, deporte, estudios, trabajo, ocio, familia...
En estos viajes de no más de media hora no da mucho tiempo a dormir. Además, en estos autobuses solía haber personas que daban un poquito de miedo. Yo me cogía bien a mi mochila, me apretaba al asiento de ventana y echaba la cabeza. Despertaba cada tres minutos. Quizás nunca llegase a dormir, pero traspuesto traspuesto sí me quedaba. En ocasiones tenía tiempo para escribir en mi libro de pensamiento, ese en el que escribo las mil lecciones que se me ocurren conforme crezco. En ocasiones me dedicaba a observar al resto de pasajeros, a escuchar conversaciones ajenas, y en otras ocasiones en que la noche había sido larga por razones varias... dormía a mi modo. Pero siempre hubo un denominador común: el periódico sobre la rejilla.
Quizás sea cosa mía, pero siempre que subía a uno de estos autobuses, había al menos uno de ellos. Información a poder ser. Plegado a poder ser. Si podía ser con el titular bien grande cara abajo. A poder ser nunca lo cogía. Él estaba ahí y yo abajo, cada uno sabía cuál era su sitio. Quizás le interesase más a quien viajase en la siguiente adolescencia.
Aquí va un texto que escribí en uno de aquellos viajes allá por el 2005 ,mientras era observador de aquellas personas que subían al autobús y, tratando por todos lo medios de guardar el equilibrio, caminaban hasta los asientos del final y permanecían en silencio, unos más que otros, en su desgraciada burbuja. Quizás un día se convierta en canción, que fue la razón primera por la que nació, pero por ahora le doy salida con vosotros, y estoy seguro que le hace mucha ilusión.
Escondido en un zulo y sin querer mirar atrás, esperando un motivo o una mano que me haga zarpar. Ahora ya no quiero ni intentar ser feliz por dibujar mi sonrisa en una falsa claridad. Y mucho menos permitir que el horizonte sea algo más, que una línea donde ver el final, o volver a conmoverme cuando veo una postal, en la que un niño se refleja con un futuro ideal.
La vida a mi me ha dado todo, pero nada al final.
Mi nombre ya está escrito en un destino, el cual no da para más... cuando duermo y lo consigo ,ese es mi momento de paz. En esas ocasiones, siempre sueño con un mundo donde yo era el capitán, y una tropa, mi familia, me seguía sin pensar. La felicidad nos daba confianza y mucho más. Un trabajo, unos amigos... un lugar donde posar mis tristezas y alegrías, pero sobre todo mi dignidad.
Pero yo mismo rompía esa oportunidad, de alcanzar lo que quería desear.
Abril 2005