Siempre he pensado que mi rincón favorito hablaría mucho de mi. Sería un lugar poco frecuentado por el resto del mundo, de manera que sentirlo como propio... fuese algo muy sencillo, casi un acto reflejo al descubrirlo.
Encontrar el rincón favorito de uno mismo... no es algo que uno se proponga, o al menos no es lo que he escuchado al resto del mundo. Pero como siempre me he considerado alguien para dar de comer aparte y otra vez más aparte (por aquello de no quedarme con hambre...) he decidido salir a buscarlo. Pero buscar no es sencillo sin saber qué buscas.
Mientras camino empiezo a imaginar un lugar muy amplio, envuelto del verde que tanto me llena la mirada, envuelto de un aire contagiado de la ciudad que no debe andar muy lejos. Empiezo a imaginar un paisaje frente a mi que también quiero que esté a mi espalda... por si me tocara salir corriendo y quisiera seguir disfrutando de él, un paisaje estratificado... ¿qué tal si contara con una espejada lámina de agua, un cielo titubeante entre alegre y decaído, un cercano tranvía continuo y lleno de vida que me impida caer al agua y, para seguir destrozando el orden de los estratos, un telón que no está muy seguro sobre si debe dejarme ver la ciudad...o si él es más interesante?
Me parece bien, acabo respondiéndome.
Entonces me doy cuenta de que he andado demasiado y mi rodilla renqueante me pide que descanse un rato. O eso, o me amenaza con no dejarme hacer deporte de mayor. Escojo ese banco de diseño fuertemente currado, y tras mimar a mi chulesca articulación tiernamente... levanto la mirada y encuentro ese paisaje.
Encuentro un camino transversal a mi mirada que sólo contempla irme o irme. Continúo mi periplo y... ¡qué maravilla! Un tranvía ante mí... aunque se traza algo descarrilado y artificial. Encuentro también ese espejo bañando al telón que sobre él se eleva... pero el espejo debe ser defectuoso... él tiene más dudas que el propio telón sobre cual es su papel en ese lugar.
Enfadado, bajo la mirada, y maldiciendo mis deseos y estúpidas primeras aproximaciones, escojo levantarme y pegarle un portazo a ese tacaño camino que sólo me ofrecía dos estúpidas alternativas. De esa forma... giro 180º sobre mi fracasada intuición y comienzo a correr con los ojos bien abiertos. Tan abiertos que descubrí, contra mis primeras aproximaciones de nuevo, que el paisaje era distinto al que había encontrado allá atrás.
Dejé de correr y caminé tranquilamente, por suerte mis estúpidos deseos no siempre se me conceden.
Encontrar el rincón favorito de uno mismo... no es algo que uno se proponga, o al menos no es lo que he escuchado al resto del mundo. Pero como siempre me he considerado alguien para dar de comer aparte y otra vez más aparte (por aquello de no quedarme con hambre...) he decidido salir a buscarlo. Pero buscar no es sencillo sin saber qué buscas.
Mientras camino empiezo a imaginar un lugar muy amplio, envuelto del verde que tanto me llena la mirada, envuelto de un aire contagiado de la ciudad que no debe andar muy lejos. Empiezo a imaginar un paisaje frente a mi que también quiero que esté a mi espalda... por si me tocara salir corriendo y quisiera seguir disfrutando de él, un paisaje estratificado... ¿qué tal si contara con una espejada lámina de agua, un cielo titubeante entre alegre y decaído, un cercano tranvía continuo y lleno de vida que me impida caer al agua y, para seguir destrozando el orden de los estratos, un telón que no está muy seguro sobre si debe dejarme ver la ciudad...o si él es más interesante?
Me parece bien, acabo respondiéndome.
Entonces me doy cuenta de que he andado demasiado y mi rodilla renqueante me pide que descanse un rato. O eso, o me amenaza con no dejarme hacer deporte de mayor. Escojo ese banco de diseño fuertemente currado, y tras mimar a mi chulesca articulación tiernamente... levanto la mirada y encuentro ese paisaje.
Encuentro un camino transversal a mi mirada que sólo contempla irme o irme. Continúo mi periplo y... ¡qué maravilla! Un tranvía ante mí... aunque se traza algo descarrilado y artificial. Encuentro también ese espejo bañando al telón que sobre él se eleva... pero el espejo debe ser defectuoso... él tiene más dudas que el propio telón sobre cual es su papel en ese lugar.
Enfadado, bajo la mirada, y maldiciendo mis deseos y estúpidas primeras aproximaciones, escojo levantarme y pegarle un portazo a ese tacaño camino que sólo me ofrecía dos estúpidas alternativas. De esa forma... giro 180º sobre mi fracasada intuición y comienzo a correr con los ojos bien abiertos. Tan abiertos que descubrí, contra mis primeras aproximaciones de nuevo, que el paisaje era distinto al que había encontrado allá atrás.
Dejé de correr y caminé tranquilamente, por suerte mis estúpidos deseos no siempre se me conceden.
3 certezas:
Yo creo que el rincon favorito de uno no hay que buscarlo, el dia que llegas lo encuetras y lo sientes! algo tranquilo y que te ayuda a desconectar
luego sale en una serie de tv y se plaga de fans jeje pero weno
El rincon favorito siempre esta por llegar :), un saludo
Hola.
No quiero ser pasada, pero la porra de hoy está puesta y solo quedan unas horas para participar..
Besossss.
Publicar un comentario